martes, 24 de febrero de 2009

UNA LUCECITA... AL FINAL DEL TÚNEL

-¿Sí? Diga...
La voz al otro lado del teléfono era de mujer. Una voz muy sensual.
-¿Es usted...?
-¿Quién quiere saberlo? ¡En este país es más peligroso hablar por teléfono que salir a la calle...! Aunque, pensándolo bien... la calle está peor.
La voz de mujer me interrumpió:
-Le hablamos para comunicarle que el cuento titulado... ha ganado el Premio... ¿es usted el autor?
-¡Oh, sí! Ya ni recordaba cuándo envié ese cuento..
-Se le ofrece una comida a los ganadores, usted ha ganado el Primer Lugar. Comida, bebida gratis... ¡Aparte del dinero, por supuesto!
Me pidió algunos datos. Me felicitó una y otra vez.
Adriana (¡otra Adriana!) que tal es el nombre de la chica que conocí en la fabrica, se movió a mi lado, en la cama. Se me colgó al cuello. Me besó. Me felicitó. Una noche con las horas repletas de sexo me habían dejado agotado pero... era otro día, había ganado una buena cantidad de dinero del premio y quería follarmela sin parar otra vez. Premios y premios: a ella le tenía a la mano. Con el del premio literario iría tirando un mes o más. Cerveza o, mejor, vino tinto, una buena cantidad de cajas de condones y...
Me le eché encima y volvimos a follar hasta quedarnos dormidos. Una luz al final del túnel. Apenas una lucecita del tamaño de una luciérnaga. Pero me otorgaba las suficientes ganas para seguir viviendo... por lo menos hasta que el dinero se agotara o Adriana me dejara.

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